Melisa con 45 años de edad es la gerente de un restaurante familiar. Cuando nos conocimos me comentó estar pasando por una de las peores rachas de su vida, todas las semanas tenías noticias negativas y fuegos que la estaban agotando, atormentando y no veía la luz al final del túnel. Sentía que se hundía, apenas lograba dormir, estaban perdiendo contratos importantes y estaba muy preocupada por la supervivencia de la empresa.
El resto de la plantilla también se había contagiado de la incertidumbre y la inseguridad de la situación, viviendo el día a día en un ambiente de miedo y tensión permanente. Angustiada, me contactó para pedirme ayuda. Melisa quería recuperar la paz y aprender a relativizar los problemas para buscar soluciones más eficaces y transmitir calma a su equipo.
En las primeras clases se dio cuenta de que frente a los problemas e injusticias que le sucedían, Melisa sufría un coctel explosivo de emociones como rabia, miedo, frustración y culpa que generaban un bucle de pensamientos negativos donde quedaba atrapada. En ese estado era imposible buscar soluciones. Las emociones son como el árbol que te tapa el bosque. Su mayor descubrimiento fue aprender a conocer estas emociones, separarlas y gestionarlas de forma objetiva y constructiva por escrito. Escribir sus pensamientos le permitía separarse de ellos, enfriarse, tomar distancia y adoptar una actitud más objetiva en busca de soluciones.
También aprendió a relativizar los problemas creando su propia brújula de prioridades para darle el peso justo a cada cosa. Suele ocurrir que los problemas del día a día tendemos a hacerlos más grandes de lo que realmente son, siguiendo la ley de que aquello en lo que te enfocas se expande. Melisa aprendió que vivimos en un mundo interpretativo donde todo depende del cristal con el que se mire. El cielo y el infierno lo construimos en nuestro cerebro. Somos nosotros quienes le damos importancia a las cosas y más importante aún, nuestras prioridades no son las que decimos, sino son nuestros actos los que demuestran cuáles han sido realmente. La inercia del día a día hace que caigamos en la trampa de lo urgente y olvidamos lo realmente importante. Darse cuenta de esta práctica y aplicar su brújula de prioridades le ayudó enormemente a cambiar su situación.
Con tan solo 6 clases en un mes y medio logró recuperar el control, su energía y su paz, ganando confianza en sí misma y felicidad. Ahora es capaz de reflexionar con calma ante cualquier problema, tomando mejores decisiones y actuando de forma adecuada en cada situación. Se siente más preparada y fuerte y su nivel de tolerancia a los problemas se ha incrementado notablemente. Su equipo también ha notado los cambios y el ambiente es totalmente diferente. La vida le sigue arrojando problemas y fuegos todos los días pero ahora es capaz de gestionarlos con mayor eficacia.
Su mayor descubrimiento es que con una buena actitud tenemos el 80% del problema resuelto. Como decía Einstein, no podemos resolver los problemas usando el mismo tipo de pensamiento que usamos cuando se crearon.