Un problema más común de lo que pensamos. En todas las empresas hay personas que tienen tendencia a perder las formas y levantar la voz demasiado a menudo. Es algo normal que le puede pasar a cualquiera cuando está estresado, el problema es cuando se convierte en una práctica habitual que tiende a forjar el carácter de la persona. Es precisamente el hábito aprendido lo que hace que para la persona agresiva sea algo normal, le haga pensar que forma parte de su identidad, y por lo tanto, no se preocupe por mejorar o corregir esta forma de comunicación violenta.
Consecuencias negativas muy importantes como para no hacer nada. Cuando realizamos estudios de clima laboral en las empresas siempre salen a relucir las personas agresivas que estallan y pierden las formas con frecuencia. Las tres principales consecuencias negativas de esta conducta que el personal denuncia son: a) Daña las relaciones personales. Cuando pierdes las formas, faltas al respeto a la otra persona, lo que daña su autoestima y hace que adquiera una actitud defensiva contra ti, afectando negativamente a vuestra relación; b) Pierdes el respeto de los demás. Cuando no respetas a la otra persona, en consecuencia pierdes el respeto de esta, que al final no te escuchará ni tendrá en cuenta tu opinión. Muchos jefes aún se preguntan por qué los demás no les hacen caso! c) Genera un mal ambiente en el equipo. Tanto si levantas la voz a una persona como si lo haces a todo un grupo, afecta negativamente a su estado de ánimo, a su motivación y en consecuencia a su rendimiento.
Para cambiar y mejorar primero debes saber por qué ocurre. Que una persona estalle y pierda las formas normalmente ocurre por un motivo: la rabia acumulada por guardarse las cosas y no hablarlas en el momento. La rabia es una emoción que sentimos cuando sucede algo que consideramos injusto y nos impulsa atacar o defendernos. El problema es que la mayoría de las veces, por evitar un posible conflicto con la otra persona tendemos a callarnos y reprimir nuestra ira dentro. Obviamente nuestro cuerpo tiene un límite y llega un momento donde no puede acumular más tensión y por una simple tontería acabamos estallando de forma desproporcionada, con los efectos negativas que comentamos anteriormente.
La solución está en la inteligencia emocional. Conociendo lo anterior la solución está en aprender a hablar con calma y respeto en el momento en que las cosas suceden. Obviamente esto no es fácil pero se puede entrenar. Para desarrollar esta capacidad se necesitan dos habilidades. La primera es la inteligencia emocional o la capacidad de manejar tus emociones de forma inteligente. En este caso, en el momento en que notas la rabia y la tensión en tu cuerpo, necesitas aprender a pararte y darte unos segundos para poder pensar y elegir conscientemente la mejor forma de actuar. Como dice una famosa cita: asegúrese de conectar su cerebro antes de hablar.
La segunda habilidad es la asertividad o la capacidad de expresar nuestros pensamientos de forma amable, franca, abierta, directa y respetuosa, logrando decir lo que queremos sin hacer daño a los demás. Para ellos existen numerosas pautas y técnicas que una vez aprendidas te permitirán expresarte con mayor facilidad.
Estas dos habilidades requieren de tiempo y mucho entrenamiento, pero la inversión merece la pena, no solo porque mejora tu salud al no reprimir tanta tensión, sino porque mejorará notablemente las relaciones con los demás y sobre todo, tu carisma, tu integridad y tu imagen personal.